LOS INCENDIOS EN LOS TEATROS
Por MELITÓN GONZÁLEZ. Redactado en San Sebastián, Septiembre, 1928. Publicado en Madrid : diario ABC, 3-10-1928, página 7
En aquel tiempo [1]apareció en la Gaceta[2], y reprodujeron los Boletines Oficiales de provincias, la prohibición de abrir teatro alguno si no reunía las condiciones insertas en el Reglamento [3]que a dicha disposición acompañaba.
Ordenábase también que cada año, antes de empezar la temporada, la autoridad civil mandase pasar revista a todos los teatros de su jurisdicción y no permitiese la apertura de aquellos cuyas condiciones no se ajustasen a las exigidas en el referido Reglamento; se fijaba que esa revista la pasase una comisión formada por los arquitectos municipal y provincial, más otra persona indicada por el gobernador.
Esas disposiciones fueron dadas a consecuencia de recientes incendios de teatros[4]. A poco de dictarse tan acertadas disposiciones, yo prestaba mis servicios en la Comandancia de Ingenieros de una importante capital provinciana[5], de la que era gobernador civil un señor amigo mío, el cual me rogó que fuese yo la persona nombrada por él para formar parte de la comisión inspectora de teatros.
Acepté. Visitamos los coliseos de la localidad. Ninguno estaba completamente aislado de otros edificios ni tenía escaleras al exterior para descender el público; detalles no exigidos por el Reglamento. Hubiese sido demasiado el exigir entonces tales refinamientos de precaución.
El telón metálico no lo vimos en ningún teatro; a falta de él, en todos tenían el telón de agua, consistente en un tubo horizontal, puesto en lo alto, detrás de la embocadura, del que, cuando funcionaba, caía, cerca de la concha del apuntador, un goteo escaso, lento y risible.
No sé a quién se le ocurriría esa ridícula inutilidad.
Uno de los teatros que visitamos, el más céntrico de la población, era de planta rectangular; y sus paredes más largas, medianeras de dos casas de vecindad, entre las que quedaba metido, encajonado.
Su única entrada hacia las localidades de toda clase de categorías era una especie de túnel largo y estrecho; estrechez aumentada, en parte, por un chiscón, donde se despachaban las localidades. La techumbre del escenario y los corredores o galerías de los cuartos de los artistas, sostenidos por pies derechos de madera vieja, seca, convertida en yesca. La puerta del fondo del escenario del escenario, que daba a la calle, era grande; pero, como sucede en la mayoría de los teatros, durante las representaciones estaba siempre obstruida con barricada de cajas, atrezzo y decoraciones, por no haber otro sitio donde colocar esos estorbos. Las filas de butacas estaban a mucho menor distancia de la mínima reglamentaria. Lo mismo sucedía con la anchura de los pasillos.
En fin, era un teatro admirablemente dispuesto para que, en caso de incendio, no se salvase nadie más que el taquillero y el portero sí, al iniciarse un incendio durante una representación, se encontraban en sus sitios respectivos y andaban listos.
Subrayo esas últimas palabras porque con las mismas terminaba el informe que presenté al gobernador.
Es de suponer que los dos arquitectos diesen informe parecido al mío. Informes que de nada sirvieron: el teatro volvióse a abrir en el mismo estado lastimoso que lo encontramos durante nuestra visita, porque, según dijo el gobernador, “Había que tener presente los intereses de la Empresa; las muchas familias que viven del teatro y quedarían sin recursos si el teatro no se abriese."
Mas yo creo que por encima de esas consideraciones estuvo la mediación del cacique local, en cuyo credo político comulgaban el gobernador y el empresario.
Cosas de aquellos tiempos de normalidad[6]: el partidismo político, antes que la seguridad de la vida del prójimo.
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Hoy, al informarme de la luctuosa catástrofe del teatro de Novedades[7], de Madrid, y de los comentarios de los periódicos, leo:
"Esperamos que el Gobierno adoptará las medidas necesarias para esclarecer los hechos v depurar responsabilidades si las hubiere."
"Hemos hablado con personas técnicas y opinan que en todos los teatros debieran existir los telones aisladores de metal, y sostienen que ya es hora de que comiencen a emplearse decoraciones incombustibles."
Esos son los mismos comentarios que hizo la Prensa de aquel tiempo, con motivo de recientes incendios habidos en los teatros y que motivaron la prohibición de abrir teatro alguno que no reuniera las condiciones insertas en el Reglamento publicado en la Gaceta.
Ahora falta averiguar si aquel Reglamento sigue en vigor. Yo no lo sé[8].
MELITÓN GONZÁLEZ.
San Sebastián, Septiembre, 1928
[1] Desconocemos, en el momento de rescatar este artículo de ABC, a qué “tiempo” y Reglamento se refiere Parellada. Tenemos indicios para suponer que se trata de mediados de la década de 1890.
[2] La Gaceta de Madrid, equivalente a finales del Siglo XIX al BOE del Siglo XXI.
[3] Desconocemos a qué legislación se refiere.
[4] Sugiero lea el estudio: “LOS INCENDIOS COMO AMENAZA DE LOS TEATROS. EL OTRO INCENDIO DEL TEATRO LÓPEZ DE AYALA EN BADAJOZ Y LAS CIRCUNSTANCIAS EXCEPCIONALES QUE AMENAZARON SU RESTAURACIÓN Y SUPERVIVENCIA”
[5] En noviembre de 1895, con 40 años de edad, siendo Parellada a Comandante de Ingenieros muy antiguo en Logroño, y en situación de reemplazo en la 7ª Región Militar, es destinado a la comandancia de Ingenieros del 7º Cuerpo de Ejército, en Valladolid. Suponemos que éste es el caso al que alude Parellada. Ya era popular como “Melitón González”, y estrenó en el teatro Lara el 23 de abril de 1895 su primera obra dramática, “Los Asistentes”, que fue un éxito.
[6] Sugiero acuda Ud. al ameno blog del catedrático D. Javier Barreiro, y lean su entrada “EL INCENDIO EN LOS TEATROS”.
[7] El Teatro Novedades,situado en la calle Toledo 83 de Madrid, ardió la noche del 23 de septiembre de 1928, con un balance de 80 muertos y 200 heridos.
[8] Parellada escribió este artículo a la edad de 73 años.