SARDINIA PHRESKOA, PHRESKOA
Por MELITÓN GONZÁLEZ.
Publicado en el diario ABC MADRID 14-08-1923
Doña Níspera de Gutibamba veranea en San
Sebastián. Durante el resto del año habita en Berberona, ciudad levantina, situada
a la izquierda del río Guadalfurcis, y en la que dicha señora posee magnífica casa
solariega en la calle de la Escopeta, número pum. Sobre la clave de la puerta principal
de la casa hay un escudo nobiliario con esta inscripción en su contorno:
PARA BIMBA Y BAMBA, LOS GUTIBAMBA.
Quiere decir que doña Níspera es persona
de ilustre abolengo. Durante el invierno último llegó a Berberona una compañía
de opereta, y en su repertorio figuraba, como estreno, La duquesa del
Tabarín.
Un paréntesis: aunque se escribe tabarín,
debe leerse tobarén; pero se pronuncia tabarán, llevando la voz a
la nariz; esto es lo elegante; sin embargo, los más elegantes presuntuosos
dicen tobarón y hasta tabaroún.
Perdonen esta pequeña digresión hecha
para fomento de la elegancia hablada.
Doña Níspera, al frente de unas cuantas
señoras amigas suyas, visitó a todas las personas influyentes de Berberona para
que dicha ópera no se estrenase en aquella ciudad, por entender que era obra
continente de inmoralidades. A pesar de las diligencias de la ilustre doña
Níspera, la opereta se estrenó.
Este verano, en el teatro del Kursaal,
de la Kursaal o de lo Kursaal -aún no nos hemos puesto de acuerdo- ha sido
repuesta La duquesa del Tabarín. Ya hay quien dice tabaraoún.
En las butacas vi a doña Níspera de
Gutibamba con una de aquellas amigas suyas que la acompañaron a visitar a las
personas prestigiosas de Berberona; pero no se lo digan ustedes a nadie.
Tal vez el asistir a la representación
de obra tan poco recomendable haya sido una mortificación que se han impuesto
las dos buenas señoras.
Además una cosa es estar en Berberona y
otra es estar en San Sebastián.
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Aquí tenemos instalado el circo Palisse
con su colección de leones, tigres, monos y otros animales. Todas las mañanas
muy temprano, en la playa de Ondarreta, y ante muchos curiosos, se bañan los
cinco elefantes de dicha colección.
El popular diario local La Vos de
Guipúzcoa ha publicado un fotograbado, en cuyo pie, refiriéndose a los
cinco proboscídeos. comenta, refiriéndose a los cinco paquidermos:
“Ahora en San Sebastián se bañan en
Ondarreta, y en esto sí que no se asemejan a las mamas de las cupletistas, que
no suelen hacerlo.”
Estaba yo sentado en un banco de la
Concha contemplando el fotograbado y riendo la ocurrencia del comentarista,
cuando noté que me tocaban en el hombro. Era la mamá de una cupletista.
-Buenos días, doña Exuperia.
-Ya veo que se está regodeando con eso que dice de nosotras el
diario ese. ¡Lástima, no se ría usté de a gracia!
-Como que la tiene; pero ese no es motivo para que usted se
incomode: se trata de una broma, un rasgo de humorismo sin importancia.
-Pa usté, que no es madre de cupletista, no tendrá irnoortancia;
pero pa mí sí que la tiene: no hi hecho sino leer esa índireta de periódico, y
el chocolate que estaba tomando se ma hecho un vinagre aquí dentro. Comprenda
usté que va es masiao resobar el que to dios se meta con nosotras, v nos
achicharren a chuflas como si hubíamos venido a este mundo na más que pa hacer
el ridi y ser el hazme de reír.
-No, doña Exuperia; lo que se dice al pie de fotograbado no es
para ponerlas a ustedes en ridículo: es lo que nosotros llamamos un humorismo,
un donaire.
-í A mí aué me va usté a contar de don Aire ni de doña Ventisca!
Pues si no fuera pa chuflase, a santo de qué tenía que mentarnos a nosotras ai
hablar de esos alifantes? Pero yo le juro a usté, por la papilla que me dieron,
que por esta sí que no paso.
-Pues ¿qué piensa usted hacer?
-Lo que corresponde a toda persona que tiene el cutis en la cara
como yo lo tengo; y es lo siguiente: yo, comprenderá usté que, a mis años,
nenguna persona se mete en el agua, porque, como dice el reflán: “De los quince
pa arriba, no te mojes la barriga”. Y he seguido esa regla a rajatabla; pero
encuanti que he leído eso, me he tirao a la calle, ¿sabe usté pa qué? Pa ir a
buscar a otras cuatro madres de cupletistas, que me costa que están aquí, y
preponerlas la preposición siguiente: bañarnos las cinco, todas las mañanas a
la misma hora, y en el mismo sitio que los cinco elifantes; y anunciarlo, pa
las personas que tengan gusto de vernos de bañar.
-Le aseguro que yo no faltaré, doña Exuperia.
-Lo cuá que se lo agradeceré, pa que me haga un favor, usté que
escribe en los papeles.
-Usted dirá.
-Que publique usté que nos ha visto de bañarnos a las cinco mamas
de cupletistas con los cinco alifantes; y así dejamos por embustero al gachó
ese que dice que nosotras descuidamos el aseo personal.
Doña Exuperia me da las gracias, se
despide y vase monologueando entre dientes.
Yo esperaba ver anunciado el baño de
los cinco elefantes y de las cinco mamás; pero, hasta la fecha, no he visto el
anuncio en parte alguna.
Sentiría que se hubiese verificado ese
baño sin yo presenciarlo, pues se trata de una de tantas cosas que, en la vida,
sólo presenta una ocasión de verlas.
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Un amigo me ha obsequiado con un paseo
en su automóvil.
Hemos recorrido unos cuantos pueblecillos
de la costa cantábrica. Regresamos ya de noche. A la entrada de un pueblecillo
se apagaron los focos luminosos de nuestro vehículo y nos detuvimos. El
motorista se apeó para arreglar la avería. Se presentó un municipal, tal vez el
único del pueblo:
-Noche obscura
estamos y ustedes pueblo entran apagadas luses de coche.
-Nos liemos detenido así que se han apagado los focos.
-Pero troso han
andado sin lus.
-No habrá pasado de seis metros; el auto no puede pararse
instantáneamente.
-Multa pagarán.
-Hombre de Dios, atienda usted a razones: hemos parado lo más pronto
que hemos podido y ahora vamos a encender las luces.
-Obligasión de
ustedes es ensender las luces antes que las ¡uses se apaguen. Multa sacaré.
-Pero ¿cómo se enciende una luz antes de que se apague?
-Yo a sé qué me digo. Usté paga multa.
Por nuestra suerte v¡no el alcalde,
quien aceptó por buenas las razones del dueño del auto, y no hubo multa
que pagar.
Mientras arreglaba la avena de los focos,
mi amigo, comentando la gedeonada[i]
del municipal, nos refirió dos del mismo género:
En una población del Mediodía de
Francia prendióse fuego a un edificio, y el incendio alcanzó grandes dimensiones
antes de que los bomberos llegasen.
El arquitecto municipal, jefe del servicio
de incendios, se creyó obligado a dar esta orden:
“En lo sucesivo, todos los bomberos, con el material de
incendios, se encontrarán en el lugar del siniestro con media hora de
anticipación”.
El otro caso fue en Italia, donde dicen
que un director de Correos dio al personal estas dos órdenes al mismo tiempo:
“Queda terminantemente prohibido a todos los empleados leer el
contenido de las tarjetas postales”.
“Será detenida toda tarjeta postal que contenga algún insulto o inmoralidad”.
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Dos broncas en la playa, que yo sepa;
puede que hayan sido más; puede que continúen.
Uno de los muchos señores que para
tomar baños de sol necesita exhibirse en demasía y tumbarse precisamente a los
pies de unas señoras fue advertido por un joven de que aquéllo no estaba bien.
Consecuencia: unas tortas recíprocas y la intervención de la autoridad.
Una señora casi en el traje de cuando
en el mundo el traje no se había ni siquiera iniciado, tomaba el baño de sol
descansando orientalmente sobre la arena de la playa.
Llegó un vigilante e interrumpió el
orientalismo de aquella señora. De ello protestaron unos cuantos espectadores.
Era una francesa, sin que esto quiera decir que carezcamos de españolas bien
capaces de iguales y hasta mis pronunciados orientalismos.
Mojigaterías a un lado, lo cierto es
que con el pretexto de los baños de sol se ha llegado a una inverecundia[ii]
inconcebible.
MELITÓN GONZÁLEZ
San Sebastián, Agosto de 1923