miércoles, 29 de noviembre de 2023

#SARDINIA PHRESKOA, PHRESKOA (agosto de 1923)

 

 Ya retirado de la Milicia, y desde antes, Pablo Parellada gustaba de pasar temporadas en San Sebastián, desde donde enviaba sus crónicas al diario ABC, con su columna “SARDINIA PHRESKOA, PHRESKOA”, o sea: “pescado fresco”.

SARDINIA PHRESKOA, PHRESKOA 

Por MELITÓN GONZÁLEZ.

Publicado en el diario ABC MADRID 14-08-1923

 

Doña Níspera de Gutibamba veranea en San Sebastián. Durante el resto del año habita en Berberona, ciudad levantina, situada a la izquierda del río Guadalfurcis, y en la que dicha señora posee magnífica casa solariega en la calle de la Escopeta, número pum. Sobre la clave de la puerta principal de la casa hay un escudo nobiliario con esta inscripción en su contorno:

PARA BIMBA Y BAMBA, LOS GUTIBAMBA.

Quiere decir que doña Níspera es persona de ilustre abolengo. Durante el invierno último llegó a Berberona una compañía de opereta, y en su repertorio figuraba, como estreno, La duquesa del Tabarín.

Un paréntesis: aunque se escribe tabarín, debe leerse tobarén; pero se pronuncia tabarán, llevando la voz a la nariz; esto es lo elegante; sin embargo, los más elegantes presuntuosos dicen tobarón y hasta tabaroún.

Perdonen esta pequeña digresión hecha para fomento de la elegancia hablada.

Doña Níspera, al frente de unas cuantas señoras amigas suyas, visitó a todas las personas influyentes de Berberona para que dicha ópera no se estrenase en aquella ciudad, por entender que era obra continente de inmoralidades. A pesar de las diligencias de la ilustre doña Níspera, la opereta se estrenó.

Este verano, en el teatro del Kursaal, de la Kursaal o de lo Kursaal -aún no nos hemos puesto de acuerdo- ha sido repuesta La duquesa del Tabarín. Ya hay quien dice tabaraoún.

En las butacas vi a doña Níspera de Gutibamba con una de aquellas amigas suyas que la acompañaron a visitar a las personas prestigiosas de Berberona; pero no se lo digan ustedes a nadie.

Tal vez el asistir a la representación de obra tan poco recomendable haya sido una mortificación que se han impuesto las dos buenas señoras.

Además una cosa es estar en Berberona y otra es estar en San Sebastián.

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Aquí tenemos instalado el circo Palisse con su colección de leones, tigres, monos y otros animales. Todas las mañanas muy temprano, en la playa de Ondarreta, y ante muchos curiosos, se bañan los cinco elefantes de dicha colección.

El popular diario local La Vos de Guipúzcoa ha publicado un fotograbado, en cuyo pie, refiriéndose a los cinco proboscídeos. comenta, refiriéndose a los cinco paquidermos:

“Ahora en San Sebastián se bañan en Ondarreta, y en esto sí que no se asemejan a las mamas de las cupletistas, que no suelen hacerlo.”

Estaba yo sentado en un banco de la Concha contemplando el fotograbado y riendo la ocurrencia del comentarista, cuando noté que me tocaban en el hombro. Era la mamá de una cupletista.

-Buenos días, doña Exuperia.

-Ya veo que se está regodeando con eso que dice de nosotras el diario ese. ¡Lástima, no se ría usté de a gracia!

-Como que la tiene; pero ese no es motivo para que usted se incomode: se trata de una broma, un rasgo de humorismo sin importancia.

-Pa usté, que no es madre de cupletista, no tendrá irnoortancia; pero pa mí sí que la tiene: no hi hecho sino leer esa índireta de periódico, y el chocolate que estaba tomando se ma hecho un vinagre aquí dentro. Comprenda usté que va es masiao resobar el que to dios se meta con nosotras, v nos achicharren a chuflas como si hubíamos venido a este mundo na más que pa hacer el ridi y ser el hazme de reír.

-No, doña Exuperia; lo que se dice al pie de fotograbado no es para ponerlas a ustedes en ridículo: es lo que nosotros llamamos un humorismo, un donaire.

-í A mí aué me va usté a contar de don Aire ni de doña Ventisca! Pues si no fuera pa chuflase, a santo de qué tenía que mentarnos a nosotras ai hablar de esos alifantes? Pero yo le juro a usté, por la papilla que me dieron, que por esta sí que no paso.

-Pues ¿qué piensa usted hacer?

-Lo que corresponde a toda persona que tiene el cutis en la cara como yo lo tengo; y es lo siguiente: yo, comprenderá usté que, a mis años, nenguna persona se mete en el agua, porque, como dice el reflán: “De los quince pa arriba, no te mojes la barriga”. Y he seguido esa regla a rajatabla; pero encuanti que he leído eso, me he tirao a la calle, ¿sabe usté pa qué? Pa ir a buscar a otras cuatro madres de cupletistas, que me costa que están aquí, y preponerlas la preposición siguiente: bañarnos las cinco, todas las mañanas a la misma hora, y en el mismo sitio que los cinco elifantes; y anunciarlo, pa las personas que tengan gusto de vernos de bañar.

-Le aseguro que yo no faltaré, doña Exuperia.

-Lo cuá que se lo agradeceré, pa que me haga un favor, usté que escribe en los papeles.

-Usted dirá.

-Que publique usté que nos ha visto de bañarnos a las cinco mamas de cupletistas con los cinco alifantes; y así dejamos por embustero al gachó ese que dice que nosotras descuidamos el aseo personal.

Doña Exuperia me da las gracias, se despide y vase monologueando entre dientes.

Yo esperaba ver anunciado el baño de los cinco elefantes y de las cinco mamás; pero, hasta la fecha, no he visto el anuncio en parte alguna.

Sentiría que se hubiese verificado ese baño sin yo presenciarlo, pues se trata de una de tantas cosas que, en la vida, sólo presenta una ocasión de verlas.

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Un amigo me ha obsequiado con un paseo en su automóvil.

Hemos recorrido unos cuantos pueblecillos de la costa cantábrica. Regresamos ya de noche. A la entrada de un pueblecillo se apagaron los focos luminosos de nuestro vehículo y nos detuvimos. El motorista se apeó para arreglar la avería. Se presentó un municipal, tal vez el único del pueblo:

-Noche obscura estamos y ustedes pueblo entran apagadas luses de coche.

-Nos liemos detenido así que se han apagado los focos.

-Pero troso han andado sin lus.

-No habrá pasado de seis metros; el auto no puede pararse instantáneamente.

-Multa pagarán.

-Hombre de Dios, atienda usted a razones: hemos parado lo más pronto que hemos podido y ahora vamos a encender las luces.

-Obligasión de ustedes es ensender las luces antes que las ¡uses se apaguen. Multa sacaré.

-Pero ¿cómo se enciende una luz antes de que se apague?

-Yo a sé qué me digo. Usté paga multa.

Por nuestra suerte v¡no el alcalde, quien aceptó por buenas las razones del dueño del auto, y no hubo multa que pagar.

Mientras arreglaba la avena de los focos, mi amigo, comentando la gedeonada[i] del municipal, nos refirió dos del mismo género:

En una población del Mediodía de Francia prendióse fuego a un edificio, y el incendio alcanzó grandes dimensiones antes de que los bomberos llegasen.

El arquitecto municipal, jefe del servicio de incendios, se creyó obligado a dar esta orden:

En lo sucesivo, todos los bomberos, con el material de incendios, se encontrarán en el lugar del siniestro con media hora de anticipación”.

El otro caso fue en Italia, donde dicen que un director de Correos dio al personal estas dos órdenes al mismo tiempo:

Queda terminantemente prohibido a todos los empleados leer el contenido de las tarjetas postales”.

Será detenida toda tarjeta postal que contenga algún insulto o inmoralidad”.

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Dos broncas en la playa, que yo sepa; puede que hayan sido más; puede que continúen.

Uno de los muchos señores que para tomar baños de sol necesita exhibirse en demasía y tumbarse precisamente a los pies de unas señoras fue advertido por un joven de que aquéllo no estaba bien. Consecuencia: unas tortas recíprocas y la intervención de la autoridad.

Una señora casi en el traje de cuando en el mundo el traje no se había ni siquiera iniciado, tomaba el baño de sol descansando orientalmente sobre la arena de la playa.

Llegó un vigilante e interrumpió el orientalismo de aquella señora. De ello protestaron unos cuantos espectadores. Era una francesa, sin que esto quiera decir que carezcamos de españolas bien capaces de iguales y hasta mis pronunciados orientalismos.

Mojigaterías a un lado, lo cierto es que con el pretexto de los baños de sol se ha llegado a una inverecundia[ii] inconcebible.

MELITÓN GONZÁLEZ

San Sebastián, Agosto de 1923



[i] Gedeón fue el semanario de sátira política más popular de finales del siglo XIX.

[ii] Inverecundia. Del lat. inverecundia. 1. f. Desvergüenza, desfachatez.