Cuando había ocasión, mostraba el castellano hablado por tipos populares vascos; al igual que en sus comedias, caso de Iparaguirre, el soldado vascongado asistente del capitán de Infantería Miguel García, protagonistas de la comedia "En un lugar de la Mancha", estrenada en el Teatro Lara en abril de 1916.
SARDINIA PHRESKOA, PHRESKOA
Por MELITÓN GONZÁLEZ.
Publicado en el diario ABC MADRID 28-09-1923
En San Sebastián he oído a una
canzonetera que debe de haber estado en Méjico, a juzgar por los ingentes
sombreros con que se presenta tocada para cantar algunos aires de aquel país.
De los sombreros es justo reconocer su
lindeza y su esplendor. Respecto de la escuela especial de canto de la
canzonetera nada he de decir: cada cuala es libre de tener escuela
propia y de generación espontánea.
Respecto de la letra de esos cantares
exóticos, ya es otro cantar: es, en general, una letra puesta en la música de
manera que muchas palabras llanas se cantan agudas, y muchas agudas o
esdrújulas se cantan llanas. Quiere decir que donde, sin música, cualquiera
leería:
“Sandunga, no seas ingrata”
cantando se dice: “Sandunga, no seás ingrata”,
convirtiendo en aguda la palabra llana seas,
y haciendo una sola sílaba de las dos que tiene.
No lo comento en son de censura; al
contrario: en estos tiempos de libertad, me parece muy acertado el prescindir
de esa gaita gramatical llamada acento que nos esclaviza.
Tiempos hubo en que me preocupé mucho
de esa tontería, hasta que una tarde concurrí al ensayo de un cuplé compuesto
por un músico y un poeta primerizos y amigos míos.
La diva estaba sentada en la concha del
apuntador; la madre, que es de las clásicas, en una silla baja. Comenzó el
cántico, con aire de vals:
“El amor me hacia un ingles
muy rubió y delgadisímo...”
Al ensayo asistía yo requerido por mis dos
amigos a fin de que les indicara si algún defectillo tenía el cuplé. Di unos
golpes con mi bastón en el respaldo de la butaca frontera a la mía. Calló el
piano con que se ensayaba.
-¿Qué pasa?- me gruñó la
madre de la canzonetera.
-Que
debe variarse la letra o la música.
- ¡Basta que usted lo diga!
-No
lo digo yo; lo dice la Gramática: el poeta ha escrito inglés, y como con
la música se cambia el acento, la cantante dice ingles.
-Tiene usted razón- -me dijeron mis
das amigos- -lo retocaremos.
-Pues pa mí, lo mismo da ingles
que inglés- -repuso la señá madre- porque eso del acento
que ese señor dice es hablar por no callar, y cosa que no va a ninguna parte: y
como mi hija ya tiene el cuplé aprendido de esa conformidá, así lo cantará si
les conviene, y si no les conviene, sa rematao el ensayo, y pata. Sigue, chica,
sigue. Ataque, maestro.
Hubo que estrenar el cuplé con arreglo al criterio de la
señá madre. Y como el cuplé gustó al respetable, quedé y continúo convencido de
que aquella madre estaba en lo cierto, y merecía un sillón en la portería de la
Academia de la Lengua, por lo menos. Por lo dicho, y porque no me costaba el
dinero, tres veces fui a escuchar aquellos admirables cantares mejicanos de los
que siento no haberme procurado copia. Algunos trozos recuerdo, recito y hasta
canto cuando necesito ahuyentar el tedio:
“Qué chulos ojos
tiene el gauchó que me ronda;
si no mé quierén
mirar
han de págar su
traición. “
“Bordadó con oro y plata,
qué bien te cuadrá,
mi chata,
el sombreró
mejicano. Etc.”
No respondo de la
exactitud de la letra pero sí de las palabras subrayadas.
No puedo consentir que los poetas mejicanos se lleven la
gloria de esa innovación: hace muchos años la iniciamos nosotros en un sainete
titulado Los dos ciegos, donde había un cantable que empezaba:
“La reina
de Andálucia
la
frente de tópacio...”
Y en algunas
zarzuelas hemos empleado el mismo sistema. Así, pues, la gloria es nuestra;
conste.
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Histórico. Ocurrido en San Sebastián el 15 de Septiembre
de 1923, a las once de la mañana.
La cocinera de una casa de huéspedes vuelve de la compra;
entra en el portal, y al poner el pie en el primer peldaño de la escalera, sale
corriendo la portera y le dice:
-Momento espera, escalera no subas, novedad grande contarte voy.
-Susto me pones, ¿qué pasa, pues?
-¿Tú no sabes? A señora de familia que huéspedes habéis tomado mes
hará o así, a poner presa van.
-¿Presa dises?
-Presa, oyendo como estás.
-Extrañasión me hases; señora buena parese, y buenos todos demás de familia se me
paresen también.
-Presa van a poner pues, todo San Sebastián dise; yo sé por guardia
de Orden, pública que ha dicho a mi marido.
-Corriendo subo por dueña desir, pues.
-Mejor te harás, para
que se ande de cuidado así.
La cocinera sube las escaleras todo lo
aprisa que le permite e! peso de la cesta; entra en la casa de huéspedes;
jadeante y, casi anhélita, dice a la patrona:
-¡Se... Señora! Familia forastera, señores que sala y gabinete
están huéspedes señora van a poner presa.
-¿Presa poner señora? Mentira dises, por fuersa que te has bebido.
¡Presa poner señora! Años hase que conosco señora, familia demás también;
desentes están de honradés, y siempre cuenta pagan al tejatoca. ¿Mentira quién te
ha metido?
-Aviso me ha hecho portera qué todo
San Sebastián dise. y a portera ha dicho su marido, y a marido ha dicho guardia
de la Orden pública.
-¿Guardia ha dicho
marido portera?
-Guardia ha dicho; y cuando en el río suenas,
agua te llevas.
-¡Piernas ya me pones tiemblas!
-Usted se hará que convenga; pero yo
de lugar de usted, señora avisaría por un si es del caso.
-Razón te tienes; desir voy; empezar no sé cómo haser; tú vienes
conmigo y ayudas.
Los señores de que se trata son
matrimonio y cuatro hijos. Suelen acostarse de tres a cuatro de la mañana.
Todavía duermen. La patrona da con los nudillos en la puerta del dormitorio.
-Qué hay? -pregunta
la señora desde la cama.
-Usted hará dispensa si poco molesto; pero nesesito palabras hablar
con usted ahora mismo de corriendo, cosa importansia. Favor haga levantar.
-Voy en seguida.
Unos minutos de pausa. La señora se ha
puesto un salta de cama y entreabre la puerta del dormitorio.
Señora. ¿Qué pasa?
Patrona. - Señora; yo siento desir, pero cosjnera dise que portera ha dicho
que marido portera dise que guardia Orden público ha dicho que todo San
Sebastián dise que a usted poner presa piensan.
Señora. - ¡A mí!
Patrona. - A usted.
Señora. - ¿Por qué motivo?
Patrona. - Desir no me han dicho motivo. Cosinera sabrá. ¿Tú sabes?
Cocinera. - Portera motivo no ha dicho.
Señora. - Que suba la portera ahora mismo.
La portera es llamada y sube corriendo.
Portera. - Buenos días.
Señora. - Su marido, el guardia, y todos ustedes están equivocados: la señora
a quien van a poner presa es otra, seguramente; a mí, gracias a Dios, no tienen
por qué.
Portera. -Sí, señora; usted misma es que poner
presa piensan; bien del segura estoy, que nombre de usted disen.
Señora. - ¡Mi nombre!
Portera. - ¿Cómo es nombre de usted, si favor
hase?
Señora. - Irene Alba[i].
Portera. - Mismo que disen, pues.
Señora (riendo) - No, mujer; esa noticia se refiere a un señor que se ha marchado a
Francia y tiene el mismo apellido que yo.
……………..
Al referirme este sucedido, decía Irene
Alba. con su gracia peculiar:
-
Aunque aquellas mujeres
aseguraban que era yo a quien se pensaba poner presa, no le di importancia,
pues, desde luego, comprendí que se trataba de una equivocación; sin embargo,
tuve un momento de duda mientras subía la portera; como la noche interior celebré
mi beneficio en el teatro Principal, pensaba yo: Pero, ¡Dios mío! ¿Tan mal
estuve que pensarán llevarme presa?
MELITON GONZÁLEZ.
[i] Irene Alba y Abad (Madrid:
29 de septiembre de 1867-Barcelona; 14 de octubre de 1930) fue una actriz
española. Madre de los actores Irene (1899-1957), Manuel (1900-1925), Julia
(1902-1988) y Josefa Caba Alba (1905-1930), y abuela de los actores Irene,
Julia y Emilio Gutiérrez Caba.