"Hoy, en la calle de Ercilla, la pareja amartelada nos ofrece su morada, su encarnada y su amarilla."
SE CASA TORRE Y GARITA.
Quiere casarse Perico, y tiene, según presumo, sus quince años á lo sumo, lo resto y lo multiplico.
Su deseo es bien extraño, ni tiene carrera el pobre, ni rentas para que cobre ni que plata ni que estaño.
En oliéndose que hay dote, lo mismo á joven que á vieja, de hacerle el amor no ceja ni pestaña ni bigote.
Dice Perico que espera que le coloquen en Jaca en un destino que hoy vaca, hoy cabrito y hoy ternera.
Se lo ofreció Romanones, el cual le dijo, entre bromas:
-Ya tienes para que comas, que puntos y que guiones.
Ve, por fin, una chiquilla fresca, sonrosada y gorda, una muchacha que borda, que camarote y que quilla.
La para en la Guindalera, y á boca de jarro exclama:
-Mi pecho, rendido, te ama, te criada y te niñera; no lo dudes y disipa todo temor, yo te juro que no hay un amor más puro, más cigarrillo y más pipa.
Calla la chica, se inmuta, se pone coloradota de amor, Perico lo nota, lo bemol y lo batuta; y, es claro, su pecho ensancha al ver su deseo á flote, y de alegría da un bote, una barca y una lancha.
Quieren casarse en el acto y llaman á una modista para que á la novia vista, gusto, oído, olfato y tacto.
Se hace un traje pistonudo con manga perdida y gola y falda con mucha cola, mucha goma y mucho engrudo.
La regalan sus hermanos, de aljófar una gran sarta y abrigos de piel de marta, de Norma y de Puritanos.
Les envía desde Trillo, á la pareja, don Lope, mantas para que se arrope y para que se mostillo.
Como regalo, recibe Periquillo de un pariente doce platos y una fuente, un pantano y un aljibe.
La boda efectuada queda, la gente alegre alborota, y todos bailan la jota, la pe, la erre y la ceda.
Como tanta diversión á los novios les aterra, van á un pueblo de la sierra, del martillo y del formón.
Allí del verde pensil harán gabinete y sala, junto á la oveja que bala, que granada y que fusil.
Hoy, en la calle de Ercilla, la pareja amartelada nos ofrece su morada, su encarnada y su amarilla.
Mas como en lo terrenal todo degenera en frío, de su pasión yo me rio, me torrente y me canal.
Por MELITÓN GONZÁLEZ.
Publicado en Madrid: Revista BLANCO Y NEGRO, 06-02-1909, página 9