-Son las de Siempre, señor.
LAS DE SIEMPRE
Si viene á la población un personaje cualquiera, que por su elevada esfera se encuentren en la estación autoridades civiles, clero, jefes, generales, los guardias municipales y serenos y alguaciles, á las de Siempre verás vestidas como de fiesta, pues á funciones como ésta ellas no faltan jamás.
Cuando se repite el caso de anunciarse la llegada de una persona encumbrada, á la que encuentran al paso le sacan á colación, sea ó no sea preciso, que tienen el compromiso de bajar á la estación, porque si su señoría ó excelencia descendiera de su coche y no las viera, su excelencia, ¿qué diría? ponerlas de oro y azul; y ellas, esto comprendiendo, á la estación van luciendo lo del fondo del baúl.
Silba el pito. Viene el tren; ya rebasa de la aguja; bulle, se apiña y estruja el gentío en el andén.
Las de Siempre, en ocasiones tales, tienen la costumbre, por entre la muchedumbre, abrirse paso á empujones; y á trueque de que la tela les destrocen del vestido, rara vez no han conseguido ponerse en la portezuela muy ufanas. Para el tren; al descender su excelencia le hacen una reverencia y... ¡adiós, que te vaya bien!: pues aunque en hablarle insisten, en auto parte ligero, y ni se entera el viajero de que las de Siempre existen.
Si celebra reunión, van á dar la cabezada á la persona llegada y se largan del salón contentas y en la creencia de que las miró al pasar; y en efecto: preguntar luego suele su excelencia al señor gobernador, que de asesor tiene al lado:
-¿Quiénes son las que han pasado?
-Son las de Siempre, señor.
Después, por la población van sus visitas haciendo y á todo el mundo diciendo que la persona en cuestión, ma’gré lo de excelentísima, fué con ellas muy tratable y estuvo lo más amable, atenta y cariñosísima.
Y... nada: á guardar el traje porque polilla no tenga, y á esperar hasta que venga algún otro personaje.
Por MELITÓN GONZÁLEZ.
Publicado en Madrid: Revista BLANCO Y NEGRO, 08-03-1914, página 37
Dibujo de Sileno.