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Debemos considerar a D. Pablo Parellada Molas como legítima gloria nuestra, ya que ha sido de los que, 'rara avis', sumando las más heterogéneas aptitudes, brilló en todas ellas: en la milicia, en la enseñanza, en la ciencia, como periodista, creando un nuevo género de literatura, como autor dramático y como dibujante, conocido en el mundo artístico-literario con el seudónimo de Melitón González.

sábado, 17 de junio de 2023

#Cosas de Teatro (1921)

 Una actriz, por decir «no hay que amilanarse», largó: «No hay que animalarse».

COSAS DE TEATRO. 


Para dar un corto número de representaciones, llegó la compañía de Tallaví[i] a una población de Andalucía.

El empresario hizo presente al director que era de todo punto indispensable estrenar un drama escrito por un autor local, persona de prestigio en la población, político ministrable nada menos.

Llamó Tallaví a los de la compañía, hízoles presente lo dicho por el empresario, y convinieron en hacer cada cual lo que buenamente pudiese en la obra, ya que el estreno había de ser «pasado mañana».

Poco se molestaron en estudiar los papeles, y el que menos, Tallaví. Se levantó el telón. La obra empezaba con una escena entre dos personajes interpretados por Tallaví y Luis Llano[ii]. El primero tenía que comenzar con largo párrafo, al cual contestaba el segundo de los personajes.

Pero Tallaví, que no quiso molestarse en estudiar obra tan rematadamente mala, suprimió su párrafo inicial, y al encontrarse con Llano, le dijo:

— ¡Hola! ¿Estás aquí? Vamos a ver: ¿qué es lo que tienes que decirme?

Llano quedó perplejo un instante; pero se rehizo, y contestó:

— No, hombre; si quien tiene que decirme eres tú.

Y siguió una improvisada disputa acerca de si quien tenía que hablar primero era el uno o el otro, hasta que Tallaví dijo:

— Bueno; pues si no tienes nada que decirme, anda con Dios.

Y echó a Llano de escena.

Así empezó la obra. Puede calcularse el resto.

El autor estaba entre bastidores, y decía:

— ¡Señores! Comprendo que en cuarenta y ocho horas no puede dominarse una obra; pero, francamente, están diciendo unas cosas que yo no recuerdo haberlas escrito.

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Representábase en Zaragoza un drama de capa y espada, en el cual había de salir buen número de soldados. La función estaba empezada, y la comparsería no parecía por ninguna parte; mas Porredón[iii], intérprete del personaje comandante de la fuerza armada, tuvo una idea salvadora: salió a escena solo, volvióse hacia la caja de bastidores, y gritó:

— ¡Nadie me siga! ¡Quédense todos junto al puente!

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Otra obligada fechoría hay que apuntar en el haber del mismo actor. Había terminado el primer acto de un drama policíaco, cuando se le presentaron apuntador[iv] y traspunte para decirle que no se encontraban los ejemplares del segundo acto, ni para apuntar ni para traspuntar. Y era lo peor que se trataba de una obra no representada hacía tiempo y que se recordaba poco.

Porredón encargó a todos tranquilidad y aplomo. Cada cual diría lo que recordase e inventaría lo que le pareciese; él estaría a la expectativa, y en viendo titubeos o baches, saldría a echar un capote. Y mandó alzar la cortina.

A cada lío que se armaba en escena, salía Porredón con aire misterioso y un índice en los labios, imponiendo silencio.

—¡Chist!... ¡Callarse!...

Esto era lo que los actores deseaban: callarse.

Porredón, en estas varias salidas, improvisó diferentes diabluras: abrió una ventana, encendió un fósforo como para hacer señales a alguien que estaba fuera, miró por la puerta del foro, adelantó un reloj de pared, etc., y siempre hacía mutis diciendo a los compañeros:

— Tranquilidad, y... adelante.

Y así se salió del conflicto.

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Manolo Vico [v]actuaba en el teatro Martín[vi], de Madrid. Por imposición del empresario hubo de estudiarse, ensayarse y estrenarse un drama «pasado mañana», o cerrar el teatro. Ante esta amenaza, se hubiera estrenado aquella misma noche.

Llegó el estreno. La obra tenía mucho reparto, por lo cual hubo que adjudicarle un papel al traspunte[vii]. Cuando éste tuvo que salir a escena, dejóse sobre un cajón el ejemplar de traspuntar, que eran las cuartillas, sin coser, traídas por el autor.

No se sabe si, de intento o sin querer, mientras el traspunte declamaba, alguien revolvió las cuartillas, desordenándolas en tal forma, que cuando aquél las volvió a coger, vióse en el grave apuro de no saber a qué personaje había de dar /a salida. Mientras tanto se encontraba solo en escena un actor, encargado del papel de un anciano, inventando un monólogo, para dar tiempo a que saliera la figura correspondiente.

El traspunte corría de un lado para otro, preguntando a todos los artistas, mas ninguno recordaba cuál de ellos tenía que salir. Enterado del conflicto, Manolo Vico dijo:

— No apurarse; venid todos conmigo a escena.

Y ya todos en ella, dijo Manolo al anciano:

— Padre mío, aquí estamos todos. ¿Por cuál de nosotros preguntabas?

Y el otro, dándose cuenta cabal de la situación y de la argucia de Vico, contestó:

— Por Fulano.

— Fulano — dijo Vico —, quédate. Adiós, padre mío.

E hizo mutis, seguido de los demás personajes.

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La sala estaba casi vacía. Los artistas trabajaban sin ilusión, de mandanga[viii] y hasta de chunga[ix].

Esto molestó a un caballero de las butacas, el cual, a la vez que daba con el bastón en el suelo, gritó:

— ¡Que haya más formalidad!

Tallaví, que estaba en escena, se encaró con el caballero y le respondió:

— Está bien, señor; pero no hay que dar con el bastoncito.

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 Mientras Morano[x] estaba en escena, dramatizando un drama, uno de los radiadores de la calefacción debía de tener algún desperfecto, porque de él salían unos ruidos isócronos y molestos.

Cuando terminó el acto, Morano gritó con acento trágico:

— ¿Se puede saber qué es eso que estoy oyendo toda la noche?

— ¿El qué? —le preguntó un amigo ultraguasón.

— Eso que está haciendo “¡Pan!, ¡pan!, ¡pan!”

— Una panadería.

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La compañía era detestable. El público quedábase en casa. El empresario, sobre perder el dinero, había tenido que aguantar un sin fin de impertinencias de los cómicos. Llegó la última función, y el empresario se vengó de los artistas mandando imprimir unos prospectos de mano, que empezaban así:

ÚLTIMA FUNCIÓN DE LA TEMPORADA (GRACIAS A DIOS)

A PETICIÓN DEL PÚBLICO, DESPEDIDA DE LA COMPAÑÍA

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Algunos empresarios de Barcelona se han hecho famosos por sus reclamos en los carteles anunciadores. Entre el gran número de extravagancias, recordamos éstas:

«Se pondrá en escena la graciosa zarzuela El pobre Valbuena[xi], encargándose del protagonista don Pedro Ruiz de Arana (hijo), que ya es buen actor. Japonesa, sí, sí, tres veces. El tango del pon pon, cuatro veces. Los desmayos de este Valbuena son de verdad. »

«Segunda sesión. A las diez. Las bribonas[xii]. Las más bribonas de Barcelona. »

«En vista de la lluvia pertinaz, la empresa ha determinado poner en escena El año pasado por agua[xiii]

«El éxito de esta obra ha sido tan grande, que ha sorprendido a la misma empresa.»

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En Barcelona casáronse una actriz y un actor de una compañía de género chico. La empresa, que no perdía circunstancia para el reclamo, aprovechó ésta, y anunció: |

VERMÚ NUPCIAL

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Otro empresario anunció: «En esta obra, el eminente actor D. Miguel Cepillo [xiv]hará una cosa nunca vista».

Cepillo, que era hombre muy serio, molestóse del anuncio, y dijo al empresario:

—¿Acaso cree usted que voy a dar el salto del trampolín?

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Para la historia del teatro: Acabo de ver la comedia Zaragüeta[xv], representada por artistas de nombre, en teatro de primera categoría. No he presenciado mayor desdicha. Los furcius[xvi] y los camelos[xvii] andaban en continua competencia. Una actriz, por decir «no hay que amilanarse», largó: «No hay que animalarse».



[i] José Tallaví, cuyo nombre completo era José Francisco Ildefonso Tallavíd Villalobos, (Vélez de la Gomera, Melilla, 18 de noviembre de 1876 — Madrid, 20 de febrero de 1916) fue un actor de teatro español.

[ii] Luis de Llano (segle xix-2 de novembre de 1928)[1] va ser un actor espanyol que treballà en els teatres Teatre de la Comedia, Teatre Infanta Isabel, també treballà a l'Argentina.[2] Va morir a Madrid, Espanya, el 2 de novembre de a 1928.

[iii] Fernando Porredón Vega (Málaga, 1877 -  Madrid, 1941)

[iv] El apuntador, en el teatro, la revista y la ópera es la persona que asiste u orienta a los actores cuando han olvidado su texto o no se mueven correctamente sobre el escenario.

[v] El distinguido actor D. Manuel Vico, intérprete inimitable de D. Juan Tenorio.

[vi] El teatro Martín fue una sala teatral  en el castizo barrio de Chueca de la capital de España, demolido en 1994.

[vii] Traspunte es un oficio del teatro que consiste en prevenir a los actores sobre su inminente entrada en escena (salir al escenario), susurrarles desde bastidores el pie de su parlamento (las primeras palabras que han de decir) y distribuir órdenes y avisos o señalar la realización de diferentes movimientos escénicos desde el espacio denominado "entre cajas".1​ También se le designa "segundo apunte", director de escena y regidor.

[viii] Definición RAE de «mandanga» según el Diccionario de la lengua española: 1. f. Flema, indolencia, pachorra. 2. f. pl. Tonterías, cuentos, pejigueras.

[ix] Chungo, ga. Del caló chungo 'feo'. 1. adj. coloq. De mal aspecto, en mal estado, de mala calidad. Una película chunga. El tiempo está chungo; va a llover otra vez. 2. adj. coloq. Difícil, complicado. Con ese rival, lo tiene muy chungo. 3. m. y f. despect. R. Dom. querido (amante). 4. f. coloq. Burla festiva. Estar de chunga. Tomar a, o en, chunga algo 1. locs. verbs. coloqs. Echarlo a chacota.

[x] Francisco Morano y Moreno (Madrid, 13 de noviembre de 1876 - Barcelona, 29 de marzo de 1933) fue un actor español.

[xi] El pobre Valbuena es un sainete de Carlos Arniches y Enrique García Álvarez, en un acto dividido en tres cuadros, estrenado como zarzuela con música de Tomás López Torregrosa y Quinito Valverde en el Teatro Apolo de Madrid el 1 de julio de 1904.

[xii] Las bribonas es una zarzuela en un acto, dividido en cinco cuadros. Se estrenó con gran éxito en el Teatro Apolo de Madrid, el 10 de junio de 1908. Se clasifica como género ínfimo —una modalidad del género chico— por su breve duración y carácter picante.

[xiii] El año pasado por agua es una revista en un acto y cuatro cuadros, con música de Federico Chueca y Joaquín Valverde, sobre libreto de Ricardo de la Vega. Se estrenó el 1 de marzo de 1889 en el Teatro Apolo de Madrid

[xiv] Miguel Cepillo fue un actor español, fallecido el 18 de diciembre de 1902

[xv] Zaragüeta: comedia en dos actos y en prosa, obra de D. Ramón Ramos Carrión.

[xvi] Definición RAE de «furcio» según el Diccionario de la lengua española: 1. m. Arg., Méx., Perú y Ur. Equivocación cometida al hablar.

[xvii] Camelo: 1. m. Noticia falsa. 2. m. Dicho o discurso intencionadamente desprovisto de sentido. 3. m. Simulación, fingimiento, apariencia engañosa.