¡SON MUJERES!
A Lindera Pedralbes un sombrero
de París le han traído,
de los de forma cloche o de campana,
un sombrero chiquito,
una preciosidad, de muy buen gusto, modelo elegantísimo,
de seda y terciopelo verde almendra,
y sin más que un sencillo
adorno de dos flores tisú de oro
que es el último grito de la moda, según determinaron
modistas y modistos.
El sombrero se puso, y fué Lindora,
una tarde de estío,
a dar un paseíto con su madre, luciendo el sombrerito,
y, al pasar por las calles, escucharon frases por el estilo:
- Qué precioso sombrero! ¡Qué elegante!
¡Es de un gusto exquisito!
A su casa volvieron muy contentas
del éxito obtenido,
y al padre de Lindora refirieron que a las de Culantrillo -con quienes estuvieron largo rato charlando en el Retiro-
habíales gustado aquel sombrero
pero que remuchísimo.
A Lindora pregúntale su padre:
- ¿Y qué es lo que te han dicho
Asunción, Petronila y la señora
viuda de Culantrillo?
-Como decir, no han dicho ni palabra.
-¿Ni palabra?
-Ni pío.
-Pues, si nada dijeron, ¿cómo sabes que les gustó muchísimo?
-Porque de esa manera yo traduzco
su elocuente mutismo,
con tal de no elogiarlo, hacían como
si no lo hubieran visto...
Casos como el descrito, entre mujeres,
ocurren de continuo;
son cosas naturales e inherentes
al sexo femenino.
Por MELITÓN GONZÁLEZ.
Publicado en Madrid: revista Blanco y Negro, 9-3-1924, número 1712.
(Dibujo de XAUDARÓ).