“En cuestiones de criterio
huelga toda discusión; siempre tiene la razón el que está en el Ministerio”
“Memorias de un sietemesino” es una novela episódica y
humorística, publicada en 1919, del coronel de Ingenieros (retirado) don Pablo
Parellada Molas, muy popular entonces y conocido como ‘Melitón González’.
Esas ‘Memorias’ lo son de don Claudio Béjar, oficial de Infantería,
retirado del Ejército a petición propia, y firmadas a cinco kilómetros de
Málaga en noviembre de 1879.
Siendo ratones de biblioteca de la obra de Parellada, hemos leído, en su capítulo X, el origen de “la Razón Oficial”, popularmente citada por su monólogo en verso “Las Chimeneas”.
***
-¿Y no le alcanza a
usted la nueva ley de retiros para coroneles?
-No, señor.
-Es una lástima,
pues tengo entendido que se retiran con un sueldo opíparo, casi doble que el de
usted.
-Así es; pero esa
ley es un traje hecho a la medida y sólo les encaja a los coroneles que se
hayan retirado en el mes de marzo de este año [1873]; a los que nos hemos
retirado antes y a los que se retiren después, ni agua.
-Extraño, me
parece.
-No debe
extrañarle. Recuerde lo que le conté de Cachimbo y Tirabeque en el otro viaje
que hicimos juntos. Esa ley se debe a la conveniencia particular del coronel
Tirabeque[1]
que iba a retirarse precisamente en marzo de este año.
-¿Tanto puede
Tirabeque?
-Ya lo creo; como
que ha sido del [Regimiento] Fijo de Madrid toda su vida: mejor dicho, del [Regimiento]
Fijo de Constantinopla, porque esto es Turquía[2]
pura.
-¿Y qué
justificación dan a tamaño desafuero?
-Cuantas usted
quiera le darán; justificaciones basadas en argucias y sutilezas sin consistencia
y parecidas a ésta: “Si la ley sólo
beneficia a los coroneles retirados en Marzo de 1873, es porque teniendo en
consideración que el mes de Marzo está dedicado a Marte, dios de la guerra, y
observando que 1873 dividido por los cinco mandamientos de la Iglesia, da de
resto 3, que son las personas de la Santísima Trinidad, se ha hecho esta singular
excepción con el mes de Marzo de este año para patentizar la íntima unión que
existe entre el Ejército nacional y la Santa Madre Iglesia, procurando de este
modo restar partidarios a la causa carlista[3]. Aquí todo se explica; todo baile tiene su música; todo
intríngulis su pastora; cada conveniencia particular, su tranquilo para
defenderla, y es perder el tiempo revolverse en contra. ¿Sabe usted quién fue
Fray Pedro de Valls[4]?
-Ya lo creo: un
escritor de la Orden de los Capuchinos, que floreció a principios del siglo
pasado, y escribió una sátira titulada “Mandúcome frumen”[5].
-Pues recuerde
aquella redondilla de esa sátira:[6]
“En cuestiones de criterio
huelga toda discusión;
siempre tiene la razón
el que está en el Ministerio”
Y como Tirabeque estaba en el
Ministerio, él se lo guisó y él se lo comió.
-¿Y cómo pudo
Tirabeque pasarse toda la vida en Madrid?
-Creándole, para él
solo, un destino especial e innecesario.
-Carape, carape[7];
no acierto a comprender eso del destino innecesario.
-Es muy fácil.
---
XI. CÓMO SE INVENTÓ UN DESTINO (ESPECIAL E INNECESARIO)
Cuando Tirabeque[8]
terminó sus estudios en la Academia, el general jefe de la Sección del
Ministerio [de la Guerra] agarró unos papeles y con ellos se presentó al
Ministro:
-Mi general: sería
conveniente que se tomara alguna medida para evitar que los papeles de los
archivos y de las oficinas continuasen siendo roídos por los ratones. Acabo de
pedir unos antecedentes; me han traído estos documentos, y vea usted el estado
lamentable en que se encuentran, roídos casi por la mitad.
-¿Por qué no pone usted
queso envenenado?
-Eso es peligroso,
y no da resultado más que los primeros días; en seguida se conoce que corre la
voz entre los ratones y no lo tocan.
-Pues, ratoneras.
- Sucede lo mismo;
conocen muy pronto el engaño.
-Entonces, gatos.
-Eso es lo más
eficaz, desde luego; pero, dadas las grandes dimensiones de este edificio y sus
numerosos archivos y oficinas, serán precisos muchos gatos y, sobre todo, una
persona inteligente que se dedique a su cuidado y se encargue de administrar
los fondos necesarios para la reposición, alimentación y demás cuidados que tan
crecido número de gatos requiere. El asunto parece baladí, pero es
importantísimo; ya ve usted, se trata de la conservación de los documentos del
Ministerio…
-Los documentos del
Ministerio, ¿qué duda cabe de que es cosa de mucha importancia?
-Tan es así, que yo
había pensado proponer a usted la creación de un nuevo destino en la plantilla
del Ministerio.
-¿Cuál destino?
-El de un oficial
que se encargase exclusivamente de tan importante y delicado servicio, con
algunos individuos a sus órdenes; así tendríamos a quién hacer responsable de
toda roedura ratonil en los documentos.
Lo de la responsabilidad terminó
de convencer al Ministro, y se creó la plaza de oficial interventor de gatos
del Ministerio de la Guerra para Tirabeque.
Ascendió Tirabeque a capitán, y
acto seguido salió en el Diario Oficial una disposición elevando a la
categoría de capitán la plaza de interventor de gatos para el Ministerio, la
cual seguiría ocupando el mismo Tirabeque que, en justicia, lo merecía, pues
desempeñaba el cargo a maravilla y se había revelado como gran especialista en
el asunto. Igualmente se procedió cuando Tirabeque ascendió a comandante, y
para que la categoría de jefe guardara relación con la importancia del cargo,
se dio a este más amplitud nombrando a Tirabeque inspector, no solamente de los
gatos de Ministerio, sino también de cuantos gatos hubiese en los cuarteles y
Centros militares de la Corte. Debo hacer constar que el comandante Tirabeque
trabajaba con fe y sin descanso; había hecho un estudio concienzudo de todas
las razas de gatos, de las costumbres de éstos, de sus enfermedades y medios
para curarlas y prevenirlas, reproducción de la especie, lo mismo en Enero que
los demás meses del año, y objetos a los que los morrongos muestran preferencia
para jugar.
Así fue tirando Tirabeque hasta
llegar a coronel. Entonces se dispuso un Negociado especial con un comandante,
dos capitanes y cuatro oficiales a las órdenes de Tirabeque.
Todo esto era indispensable para
el servicio, pues anexa a este Negociado había una escuela adonde se hacía
venir de provincias, incluso de Baleares y Canarias, dos o tres soldados de
cada regimiento a instruirse en la manera de cortar la cordilla[9],
dar de comer y beber a los gatos, y demás cuidados que éstos necesitan, cosa
que solamente en Madrid y bajo la dirección de Tirabeque podía enseñarse a la
perfección.
Debo advertirle que en este
Negociado nadie estaba ocioso; se trabajaba, y mucho; allí se llevaba una
estadística minuciosa de los gatos: nombre, edad, color del pelo, raza, fecha
en que hicieron su primera caza, número de ratones cazados, y circunstancias
especiales de cada minino, para lo cual se ordenó que en todos los regimientos
y Centros militares de España enviasen a este Negociado una relación mensual,
otra trimestral y otra anual, con todos los datos necesarios. Yo quedé
encantado una vez que visité a Tirabeque en su oficina: estaban terminando la
confección de un mapa de España, donde las diferentes intensidades de las
aguadas de carmín indicaban la mayor o menor producción de gatos en las
diversas regiones. Una labor tremenda. Por las paredes tenía usted fotografías
de Mizifuf, Zapirón, Zapaquilda y demás celebridades gatunas, y gráficos
murales indicadores de cómo habían ido disminuyendo los ratones en los
edificios militares desde la fundación del Negociado hasta la fecha.
Entonces me enteré de un detalle
muy curioso, que yo desconocía y Tirabeque había descubierto: estudiando los
gatos, observó y comprobó que todo gato cuyo pelo es de grandes manchas, bien
definidas, amarillas, negras y blancas, no es gato, sino gata. Esto le valió
una cruz pensionada.
-Y ese Negociado,
¿continúa?
-No, señor; al
pasar Tirabeque a la situación de retirado, se suprimió, alegando que ahora,
con el empleo de los foxterriers, ya no hacen falta los gatos.
-Ahora lo que está
indicado es la creación de un negociado de foxterriers.
-No diré que no lo
creen: cuando salga de las Academias otro Tirabeque.
[1]
TIRABEQUE no es un apellido real. Un TIRABEQUE es un tirachinas. Al oficial
Tirabeque le precedió con tal nombre un personaje ficticio, un lego del popular
Fray Gerundio;
y en los años del Sexenio Revolucionario y la I República, época en la que
suceden estas páginas, fue un periódico semanal SATÍRICO-POLÍTICO-BURLESCO, Y
ALGO MÁS. El Coronel TIRABEQUE de esta novela se retiró en 1873, y aparece para
nuestro divertimento en los capítulos VIII. DOS REYES DE ESPAÑA NO MENCIONADOS
POR LA HISTORIA, X. CADETE. ALFÉREZ, y sobre todo en XI. CÓMO SE INVENTÓ UN
DESTINO (ESPECIAL E INNECESARIO) de esta novela.
[2]
Abdülaziz I era el sultán del Imperio Otomano en el periodo comprendido entre
1861 y 1876, cuando pasa a retiro el Coronel Tirabeque.
[3]
La tercera guerra carlista fue una guerra civil que tuvo lugar en España de
1872 a 1876, entre los partidarios de Carlos, duque de Madrid, pretendiente
carlista al trono, y los gobiernos de Amadeo I, de la I República y de Alfonso
XII.
[4]
Posiblemente un personaje ficticio. El autor de esta novela, don Pablo
Parellada, nació en Valls (Tarragona).
[5]“Mandúcome
frumen”: Juego de palabras que hace Pablo Parellada con Manduca y Manduco me flumen, “latinajo”
que no tiene traducción y que querría significar “¡cómo me río!”
Y va de cuento: hemos leído que éranse cuatro
estudiantes de una Universidad de España que, encontrándose sin un céntimo,
dispusieron que uno de ellos “se enfermara”, para que sus familiares le
mandaran dinero.
Pero los familiares pensaron que sería mejor venir, y
cuando estaban de visita, los tres compañeros del enfermo comenzaron a presumir
de mucho latín; “De hac si non est pallium”,
dijo el primero, es decir, “De esta si no es capa”,
queriendo decir “De esta sí no escapa”.
“Non redibit in epistolam
alienam”, sentenció el segundo, “No volverá
a carta ajena”, en lugar de “no volverá a
Cartagena”, su tierra natal.
El tercero, dándose cuenta de que sus compañeros
estaban desbarrando de lo lindo, lanzó esta exclamación: “Manduco me flumen illorum!” “Cómome río de ellos” en lugar de “Cómo me río de ellos”.
Desde entonces, cada vez que algún pretencioso está
disparatando horriblemente, en la creencia de que está quedando muy bien, se
acostumbra decir “Manduco me flumen”, que como hemos dicho, no
tiene traducción y que se forma con estas tres palabras: “Manduco”, “como”
del verbo comer; “me” acusativo del pronombre “ego”, es decir, a mi;
“flumen”, el río.
[6]
Advertimos de la coincidencia buscada por
PABLO PARELLADA, autor de esta
novela publicada en 1919, MEMORIAS DE UN SIETEMESINO: En su popular monólogo en
verso LAS CHIMENEAS, publicado en 1917 y conocido como LA RAZÓN OFICIAL, se cuentan
las vicisitudes de los coroneles SAVIRÓN (Ingeniero Comandante de la plaza de
Gijón) y PALAREAS (en Valencia); quienes, al igual que con el coronel TIRABEQUE
en esta novela, nos recuerdan que “En cuestiones de criterio huelga toda
discusión; siempre tiene la razón el que está en el Ministerio.”
[8]
TIRABEQUE no es un apellido real. Un TIRABEQUE es un tirachinas. Al oficial
Tirabeque le precedió con tal nombre un personaje ficticio, un lego del popular
Fray Gerundio;
y en los años del Sexenio Revolucionario y la I República, época en la que
suceden estas páginas, fue un periódico semanal SATÍRICO-POLÍTICO-BURLESCO, Y
ALGO MÁS.